Columna de opinión de Beatriz Millán Jara, directora ejecutiva de IncubaUdeC 

Hoy cuando hablamos de innovación hay un concepto que no puede faltar: innovación abierta.

Esa innovación que se caracteriza por tener en cuenta las ideas que llegan tanto de dentro como de fuera de la empresa. Se trata de un proceso en el que participan diferentes agentes, tanto internos como externos, para desarrollar soluciones y resolver retos de una manera más eficaz.

Uno de los grandes desafíos actuales en las áreas de innovación de las universidades, es la búsqueda de nuevas formas de financiamiento para los programas y fortalecer la relación de la universidad con empresas y organizaciones, buscando aplicar un modelo de gestión de la innovación basado en la colaboración. Donde el talento universitario y emprendedor permita a las organizaciones mejorar sus procesos, aumentar su eficiencia y diversidad creativa, reducir el riesgo y el ahorro de recursos.

El Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación realizó la “Encuesta Nacional de Innovación (ENI) 2019-2022″, la que reveló que en Chile el 16,7% de las empresas innovó durante ese período de tiempo. Es decir, aproximadamente 1 de cada 6 empresas.

En esta encuesta, la única actividad que crece respecto a la ronda anterior es la ejecución de I+D en forma externa, pasando de un 5,3% a un 10% de las empresas. Los datos también muestran que en términos de la cooperación total en las actividades innovativas la proporción aumentó desde un 10% a un 21,4%. Este fenómeno se repite en la cooperación de empresas que innovan de la mano con instituciones nacionales desde 8,8% a un 20,1%.

Estas últimas cifras representan un desafío y a la vez una tremenda oportunidad para las IES, ya que es comprobado que la innovación abierta fomenta la relación entre las universidades y las empresas, aportando nuevos conocimientos y oportunidades, lo cual con el paso del tiempo se ha ido fortaleciendo debido a la digitalización y a la conexión a nivel mundial

Para las empresas colaborar y conectar con las fuentes del saber externas, les permite mantener el foco en el negocio y en el conocimiento novedoso. Para que la innovación funcione en la empresa, también tiene que poder comercializarse y aportar algo nuevo.

En definitiva, abrir las puertas a la innovación abierta y que las empresas levanten desafíos para encontrar soluciones a sus problemáticas internas, puede generar beneficios muy interesantes tanto para la propia empresa, que puede desarrollar nuevas líneas de negocio que no habrían surgido en un ecosistema de innovación cerrada, como para la universidad, que  levantaría la convocatoria en su entorno, con estudiantes, startup, emprendedores, académicos, presentando los proyectos más destacados a la organización, quién escogería y pilotearían en conjunto la solución.