Columna de Opinión de Michelle Tobar Ramírez, docente, directora del Magíster en Gestión de Recursos Humanos (MGRH UdeC) y mentora de la Red IU, publicada en El Sur.
¿Palabras difíciles? más complejo aún es el futuro de las organizaciones que las ignoran o desconocen.
El envejecimiento de la población es una realidad ineludible. América Latina y el Caribe es la región que envejece más rápido en el mundo; para 2085 será la primera en la que una de cada tres personas tendrá más de 65 años, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo. ¿Y Chile? Hoy es el país más envejecido de Latinoamérica, el 18% de la población tiene más de 60 años y se estima que al 2050 la cifra alcanzará al 32%. Asimismo, según estima el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), para 2025 el grupo de personas mayores podría superar en número a los menores de 15 años.
Ya en la década de 1970 nacía en Japón el concepto de economía plateada para referirse a un mercado que estaba cobrando relevancia: el de las personas mayores de 50 años. Sin embargo, el concepto concibe a dichas personas principalmente como consumidoras de bienes, pero indudablemente tienen un rol mucho más amplio en la sociedad, ya sea como emprendedores o bien como fuerza laboral. Es precisamente este último el que toma relevancia en un contexto como el descrito en los párrafos anteriores.
Las organizaciones no pueden ignorar la importancia que tiene la tasa de recambio generacional en el desarrollo futuro de los países. Chile está en una situación grave: con una tasa de natalidad de 1.3, lejos de la tasa de recambio de 2.1 que se requiere para un debido balance, no es muy difícil imaginar la crisis de talento que pronto vivirán sus organizaciones. Pronto no habrá gente joven para contratar, y los mayores que podrían suplir este déficit, no estarán preparados para hacerlo ya que en su momento fueron apartados o desplazados en sus puestos de trabajo, o ni siquiera considerados como opción al momento de capacitarlos o reasignarlos dentro de la organización.
El edadismo está presente en diversos ámbitos de la vida social y privada y es la tercera causa de discriminación en el mundo – más del 50% de los trabajadores de 50 años o más han experimentado algún tipo de discriminación relacionada con la edad en el lugar de trabajo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ejemplo de ello en Chile es que el 70% de los reclutadores sí considera la edad en el proceso de selección y más de la mitad de las empresas no ha contratado a trabajadores mayores de 55 en el último año.
Deloitte en su informe Tendencias de Capital Humano resalta el concepto de Perennials, personas que independiente de su edad cronológica destacan por su capacidad de aprender, enseñar, adaptarse y practicar la intergeneracionalidad. No todos los seniors pretenden ser jefes eternos ni tener un sueldo mayor al resto de la organización, este prejuicio solo hace que se cierren las puertas a personas mayores que están dispuestas a sumarse a equipos intergeneracionales que busquen crecer en conjunto.
Las empresas deben aprovecharlo, es urgente gestionar la perspectiva de edad en su cultura corporativa, capitalizar las diferencias derribando mitos y sesgos. Ayudando a transferir las habilidades desde experiencias anteriores, no sólo poner el foco en contratar, sino también en integrar, diseñar modalidades de trabajo atractivas, favorecer ambientes de aprendizaje mutuo entre jóvenes y personas mayores (reverse mentoring) que impacten positivamente en la innovación y productividad organizacional. Lo importante es integrar no crear “guetos plateados”.
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